jueves, 31 de enero de 2013

Erase una vez un hombre, muchos dirían que era un hombre común. Tenía un empleo, como casi todos, tenía un traje negro, trabajaba en una oficina pequeña, ya sabes, de esas que parecen cajas de zapatos, y no era un empleo "malo", era horrible, le pagaban muy bien, pero aún así. Poseía es mirada de "no tengo alma", de las ven pero no miran, oídos que oyen, pero no escuchan, manos que tocan pero no sienten.
Se podría decir que este era un hombre normal, ¿pero en realidad que es normal? Era un hombre sin pasión, así. Este hombre tenía un itinerario, sus momentos más interesantes de la semana era decidir que día salir para ejercitarse. Tenía "amigos", lo cuales nosotros definiremos como compañeros, porque era lo en realidad eran, compañeros de trabajo a los que el se vio forzado a llamar amigos, porque no tenía ninguno en realidad. Cuando el salía con sus "amigos", se sentía ¿ vació? Todos reían, hablaban de sus vidas, de sus novias, de sus parejas. El se decía así mismo que tal vez necesitaba una pareja, pero no quería estar con alguien que no amará, ya tenía un trabajo que no le gustaba, una vida que poco brillaba, no quería estar con alguien que no amará. Un día este hombre, mientras caminaba por la calle de vuelta a su casa del trabajo, vio en el aparador de librería algo que atrajo su atención, era un libro del cual no pondremos nombre. El hombre lo leyó en menos de 5 horas, se sintió tan bien. Tenía una de esas horribles agendas, de las que te atan y te controlan tu día a día, pero esta vez, el la tomo, y escribió, escribió que le había gustado el libro y como este lo hizo sentir.
Se paso todo la noche despierto, mirando el techo de su pequeño departamento, sintiéndose cada vez más vació, porque así lo había hecho sentir el libro, muy vació. Cuando sonó la alarma de su despertador y llego el momento de ir trabajar, nada lo animo al levantarse, por primera vez en sus 32 años de vida no quería ser útil y eficiente en este mundo. Por primera vez las palabras que su padre le decía, "tenemos que ser útil en este mundo, cual maquina de un reloj, tenemos que ser eficientes para lo sociedad", no le importaban, no quería ser un zombi de la sociedad, ya no más. Fue a su computadora y envió su renuncia a su superior, se sintió temeroso, pero también muy valiente. Los primeros días fueron difíciles por la mañana, se levantaba sudando, queriendo regresar a su empleo, como un adicto decide entrar en abstinencia pero cada mañana intenta no pararse e ir a conseguir drogas. Pero las tardes, eran bellas, salía a conocer su ciudad, leía en parques y en cafés. Se encontraba así mismo haciendo amistades en las librerías y todas las noches escribiendo en su agenda. Sus "amigos" de la oficina tardaron un mes en contactar con el, pero cuando entro al restaurante lo miraron largo tiempo, se preguntaron entre si que se había hecho, ¿por qué esta vez se veía tan diferente? Esta vez, el no paro de hablar, no era solo uno más, era parte de la charla. Relataba todo lo que había hecho, todo lo que había visto. Ahora se habían vuelto amigos sin comillas.
Por fin nuestro hombre decidió a comprar un cuaderno bonito. Ya no usaría esa tonta agenda, ahora tendría algo para escribir todo aquello que sentía.
Nuestro hombre con el paso del tiempo adquirió un empleo, se caso por amor, y fue feliz.
Y, verás lector, esta historia no trata de escribir, no trata de llegar a los 32 años y renunciar a tu empleo,
ni mucho menos. Trata de encontrar algo que te guste, y que de pasión a tu vida, 
el mundo no necesita solo gente que sea bueno en lo que haga,
si no que lo apasione.

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